lunes, 30 de marzo de 2009

Economía Sumergida

Según la CES, la economía sumergida se podría definir como: “El conjunto de actividades de producción de bienes y prestación de servicios para el mercado que eluden normas, tanto fiscales como de cualquier otro tipo con contenido económico, entre las que se encuentran las regulaciones laborales, las referentes al medio ambiente, y las normas técnicas y de seguridad”.

La economía sumergida supone un paso más en el proceso de precarización del empleo que hemos descrito. En ella se elimina cualquier derecho laboral, que se consideran obstáculos para el buen funcionamiento del mercado. Los modelos productivos baratos, y la excesiva subcontratación, son factores que facilitan el desarrollo de la economía sumergida. Asombrosamente, esta es defendida por algunas ideologías cada vez más en boga, como el neoliberalismo, que la ven como “una defensa necesaria del individuo frente al robo por parte del Estado que suponen los impuestos”. Unido a esto, existe una creencia bastante extendida que relaciona mayor extensión de la economía sumergida con mayor fiscalidad y mayores costes laborales. Esto se puede desmontar con la siguiente tabla, que indica el % del PIB que la economía sumergida supone en varios países europeos. También nos muestra el altísimo peso de esta economía en España, que debería preocuparnos y hacernos reflexionar.


PAÍS
% PIB
Grecia
35
Italia
26
España
23
Holanda
14
Alemania
14
Francia
14
Reino Unido
13
Irlanda
10
Austria
7
Suecia
7
Dinamarca
7
Finlandia
4


Todos los países que aparecen en esta tabla con un índice de economía sumergida menor que España tienen una fiscalidad más alta, y costes laborales mayores.

La economías sumergida tiene gravísimas consecuencias, que todos sufrimos, aunque los trabajadores lo hacen de forma directa. Además, suele afectar en mayor medida a los grupos de trabajadores que, como hemos explicado, están más desfavorecidos: Jóvenes, mujeres e inmigrantes.

La única manera de terminar con estas situaciones sería plantearnos la gran pasividad y permisividad que en algunas sociedades, como la nuestra, existe hacia este tipo de actividades, y darnos cuenta de las gravísimas consecuencias que tiene. No sólo en cuanto a fraude fiscal, ya que la economía sumergida rompe el principio de solidaridad, básico en las sociedades democráticas, beneficiándose quienes la practican de los servicios sociales sin contribuir a ellos. También en cuanto al enorme deterioro en las condiciones de trabajo, y en definitiva, a la burla que hace de unas normas laborales, por las que se luchó con empeño y esfuerzo durante muchos años, no por capricho sino por necesidad, y que beneficiarían, de aplicarse correctamente, a la inmensa mayoría de la sociedad.

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