miércoles, 4 de marzo de 2009

Precariedad Laboral

Los cambios de los que hemos hablado en el modelo de producción han traído consigo cambios en el modo de trabajar, en las exigencias que la sociedad y las empresas tienen para los trabajadores. Se habla, por una parte, de la necesidad de terminar con el estado del bienestar, o al menos, reformarlo. Se habla de flexibilidad, de movilidad, de formación continuada, de productividad. Los empresarios piden abaratar el despido. Muchos somos los que vemos estos acontecimientos con preocupación, ya que si se llevan a cabo, conllevarán una merma en el poder adquisitivo y, sobre todo, en las condiciones de vida y laborales de muchísimos trabajadores. Constantemente se nos repite que seamos los mejores, que seamos competitivos, que no esperemos un gran salario, al menos en los primeros años, que estemos dispuestos a soportar muy largas jornadas laborales, horarios flexibles, amenaza de despido, incertidumbre… En suma, que seamos trabajadores a la medida de la empresa, a la medida del modelo, o como algunos dicen, del “sistema”.

Una muestra bastante ilustrativa de todo esto la encontramos en el llamado fenómeno del “mileurismo”. Aún a riesgo de caer en tópicos, podemos decir que mileuristas son jóvenes recién incorporados al mercado laboral, que no consiguen empleos con más de 1000 euros de sueldo (yo me atrevería a hablar, en muchos casos, del fenómeno del “ochocientoseurismo”) del cual deben destinar gran parte (más de lo recomendable, según los economista) al pago de una vivienda, ya sea hipoteca o alquiler, con una calidad de vida no desesperada pero sí bastante baja.

Muchas veces, no es sólo el salario el problema, sino las condiciones. Muchos jóvenes se encuentran trabajando sin contrato, saltando de un trabajo a otro sin continuidad, realizando jornadas más largas u ocupaciones de mayor responsabilidad de lo estipulado. Los empresarios de acogen al “esto es lo que hay, lo tomas o lo dejas, otro vendrá que lo haga”, y no se percibe que ni los sindicatos con su lucha, ni el estado, por medio de leyes eficaces, ofrezcan soluciones.

Las consecuencias de todo esto son diversas y bastante negativas para los trabajadores a los que afecta: Frustración, estrés, competitividad entre compañeros dentro de las empresas, escaso poder adquisitivo, emancipación tardía… Es un hecho, general en Europa pero más aún en España, que cada vez se forman más tarde las parejas, cada vez se tienen menos hijos y a mayor edad.

Me temo que en el futuro comenzaremos a ver otros inconvenientes de este situación, cuando los jóvenes actuales, o los que vengan más tarde, tengan que cobrar sus pensiones. Ahí se verán los problemas de haber comenzado tan tarde la cotización a la Seguridad Social, y en muchos casos no haberlo hecho. Además de esto, ya he explicado antes lo problemático que puede ser, en nuestra sociedad basada en el consumo, jugar con el poder adquisitivo de una gran masa de población.

Podría surgirnos la pregunta: ¿pedimos demasiado? ¿Tenemos motivos para quejarnos realmente, o nuestras expectativas eran demasiado elevadas? Bien, yo sinceramente pienso que tenemos motivos para esperar más, por varios motivos:

En primer lugar, por la evolución de la sociedad y del mercado laboral que habíamos venido observando hasta ahora. Es cierto que, en épocas pasadas, como hemos visto en la introducción, las condiciones de los trabajadores eran lamentables, pero a lo largo de muchos años, se habían conseguido mejorar, y pensábamos que seguiría siendo así. Pensábamos que, en nuestros países, el estado del bienestar aumentaría, tal y como había venido haciendo. Y ahora nos encontramos con que esta evolución se rompe, con que este modelo, nos dicen, ya no sirve, ya no es viable ni productivo, y hay que implantar otro en el cual los trabajadores, como seres humanos, importan mucho menos y son claramente peor tratados.

Otro motivo de queja viene del hecho de que los jóvenes actuales hemos buscado tener una gran formación, creyendo, como se decía, que el que estudiase prosperaría. No creo, sinceramente, que seamos una generación tan acomodada como muchas veces se dice, que esperan que todo les venga dado. Hemos invertido muchas horas, muchos años, en nuestra formación, y nos encontramos con que en el mercado laboral, todo ese conocimiento (en ocasiones, me atrevo a decir, mayor que el del empresario que nos contrata) no se paga, o no resulta útil. Nunca parece que nos hayamos formado bastante, y muchas veces estamos dispuestos a seguir haciéndolo, con la esperanza de obtener un reconocimiento que nunca llega. Sucede que la realidad, lo que el mercado laboral espera de nosotros, es muy diferente a lo que creíamos. Sólo el 40 % de los universitarios en España tiene un trabajo acorde con sus estudios, y la tasa de paro entre los titulados es de las más altas de Europa. No es raro que diplomados y licenciados se encuentren realizando trabajos para los cuales esos conocimientos ni les sirven ni les son remunerados.

Por último, creo que otro motivo de descontento viene cuando comparamos la situación en España con la de otros países de Europa. Se hablaba, desde el ingreso de España en la CEE (más tarde UE) de la “convergencia con Europa”, creíamos que llegaríamos a ponernos al nivel de otros países en todos los índices macroeconómicos y macroeconómicos. Hoy vemos que esto no parece llegar nunca, al menos en los aspectos que afectan a los ciudadanos y trabajadores. Expongo a continuación algunos datos obtenidos en la prensa:

-España es el tercer país con la jornada laboral más larga pero con menor rendimiento por hora trabajada. Los datos confirman la impresión de que en España las jornadas laborales son horriblemente largas y el provecho que se obtienen de todo ese tiempo de trabajo es escaso. La productividad, una condición necesaria para el aumento del nivel de vida de forma duradera según los especialistas, es muy baja en España, y descendió un 0.3 % en 2006, frente a países como Alemania y Reino Unido en los que aumentó un 1.9 % aproximadamente. Más aún, la productividad media en España por cada empleado ha descendido un 4 % desde 2001. Se cree que esto es la causa de que el salario real esté estancado en cuanto a poder adquisitivo.

Paradójicamente, podemos ver que, en contra de lo que se pudiera creer, existe una relación negativa entre la duración de la jornada laboral media y la productividad del trabajo. Es decir, al trabajar más horas, tiende a disminuir el aprovechamiento que se hace de cada una de ellas. De ahí que un aumento en la eficiencia pueda llevar a disminuir la jornada de trabajo sin que caiga la producción. En resumen, que las interminables jornadas laborales españolas no sólo perjudican nuestra calidad de vida sino también la economía.

-El salario real medio ha bajado un 4 % en medio de un fuerte crecimiento económico. La economía española crece desde hace una década a un ritmo claramente superior al de la media europea, pero este prolongado ciclo expansivo no se ha traducido en una paralela reducción de la brecha social. Mientras los beneficios empresariales aumentaron un 73 % entre 1999 y 2006, el salario medio real de los españoles perdió el 4 % de su poder adquisitivo entre 1995 y 2005. Se señalan como causas de esto que el empleo, creado a buen ritmo en España en los últimos años, es de muy baja calidad; mucha gente ha entrado en el mercado laboral con sueldos muy bajos. Estos bajos salarios han sido una herramienta para la creación de empleo, y para evitar que las empresas se fueran a países con costes laborales más asequibles, pero ahora es necesario hacer un gran esfuerzo por mejorar la productividad y, sobre todo, la calidad de ese empleo. Resulta paradójico que, mientras España se acerca a la media europea en cuanto a renta por habitante, no ocurre lo mismo en cuanto a cohesión social. También resulta frustrante ver cómo aumentan los ingentes beneficios empresariales (sobre todo para las mayores empresas) mientras los trabajadores no participan de ellos. Las rentas de las personas que consiguen ingresos a partir de la propiedad de bienes han crecido mucho más rápidamente que la de aquellos que reciben sus ingresos principalmente de su trabajo. Así que hay beneficios, y son enormes, pero sólo para una pequeñísima parte de la sociedad. No es de extrañar que España se esté haciendo un país más desigual: en los últimos años ha aumentado el número de personas que en nuestro país viven por debajo del umbral de la pobreza relativa, es decir con menos del 60 % de la renta media nacional. Actualmente es del 20 % (16 % en la media de la UE). Desde el Ministerio de Economía se justifica la situación diciendo que “aunque cada salario es más bajo, en cada familia entran más sueldos que antes.”

-El poder adquisitivo de los españoles sólo ha aumentado un 0.4 % en la última década. Veamos datos de salario real medio una vez descontada la inflación, comparando con varios países europeos:

País
Salario real medio (euros mensuales)
Aumento desde 1997
Reino Unido
3607
27.3 %
Alemania
3061
6.5 %
Francia
2615
5.5 %
Italia
2331
1.7 %
España
1922
0.4 %
Portugal
1236
4.8 %
Polonia
622
21.8 %

Es decir, teneos la peor evolución de los países analizados. Nuestro salario es un 15.2 % más bajo que la media europea. Lideramos la tasa de temporalidad en Europa, con un
33.3 % (aproximadamente el doble de la media europea), y se prevé que esto aumente. Además, la tasa de actividad femenina es de alrededor del 48 %, bastante por debajo de la media europea. Los datos se confirman unos a otros, creamos empleo de muy baja calidad. (Datos: Euroíndice Laboral IESE-Adeco).

-En España la economía sumergida supone el 21 % del PIB, lo que supone un movimiento de 130000 millones de euros. El volumen de economía sumergida ha ido aumentando en los últimos años, unos cinco puntos respecto al 15.5 % de PIB a comienzos de los años 80. Encontramos ejemplos de estas transiciones económicas no declaradas en numerosos aspectos de la vida cotidiana: son muchas las empresas que pagan “en negro” las horas extras. Son muchos los cobros entre particulares que se efectúan, en su totalidad o en parte, por este método. Los inmigrantes también se ven muy afectados por esta economía, y es corriente que sus trabajos, además de ser precarios y penosos, carezcan de contrato y se paguen sin que conste a las autoridades. No creo que sea necesario recordar cuáles son los perjuicios para el conjunto de la sociedad este tipo de economía, por mucho que algunos representantes de las nuevas ideologías neo-liberales sean defensores de este tipo de prácticas, incluso lleguen a apoyar abiertamente el fraude fiscal como una “defensa legítima del individuo frente al robo por parte del Estado que suponen los impuestos”. Frente a esto, yo recomendaría detenerse a reflexionar a qué países, en calidad de vida, nos gustaría parecernos y a cuáles no, y cuántos impuestos se pagan y qué nivel de fraude fiscal hay en unos y en otros.

-El problema de la vivienda. Recientemente, nada menos que la ONU, a través de su relator especial de asuntos de Vivienda, ha alertado de que el problema de la vivienda en España es uno de los mayores del mundo. Entre el 20 y el 25 % de la población española está excluida demarcado de la vivienda, debido a su alto precio, que en los últimos años no ha parado de subir, mucho más de lo que lo han hecho los salarios y el precio de otros bienes de consumo. La especulación y el enriquecimiento de los promotores han sido las causas de esa vertiginosa subida, que condena a gran parte de la población al pago de una hipoteca prácticamente de por vida. Un dato: entre enero y marzo de 2002, el precio de la vivienda nueva se incrementó un 15.11 %, y el de la vivienda usada, un 15.7 %. Con razón se considera que es un excelente negocio.

No olvidemos que en España la tendencia general es comprar, y no alquilar nuestra vivienda, y el mercado de alquiler está mucho menos potenciado y ofrece menos seguridad que en otros países. Además, los precios son también muy elevados en general, por lo que no constituye una solución real al problema de la vivienda. Cada vez más individuos y colectivos se están sumando a la idea de “la vivienda como un derecho, no como un negocio”, e intentan que esta visión se traduzca en políticas que ayuden a paliar este problema, que dificulta y retrasa la emancipación de muchos jóvenes.

Creo que todos estos datos son bastante elocuentes respecto a la situación del mercado laboral español. En conjunto, las mayores ventajas se las están llevando las empresas, sobre todo las más grandes, con unos beneficios ingentes. Mientras, los trabajadores en España comparan su situación con la de otros países de nuestro entorno, y se quejan, yo creo que con mucha razón.

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